domingo, 14 de septiembre de 2014

Conocé la historia de Juan Cruz Germano (14 años y 2.02 metros)

 Escrito por Diego García  12 septiembre, 2014  0 Comentarios
Te invitamos a conocer esta linda historia escrita por Luis Desimone, para basquetcapital.com.ar, sobre Juan Cruz Germano, convocado a la Preselección Nacional U15 y como descubrir el básquet ha cambiado su vida.
Cómo el básquet ha funcionado en la vida de un joven subestimado y ridiculizado por sus compañeros de colegio debido a su altura y a través de este deporte pudo hallar la manera de descubrir sus talentos y recobrar la estima, disfrutando el aprendizaje y juego en Boca Juniors.
A los 11 años, Juan Cruz Germano medía 1,80, y eso le ocasionaba burlas y cargadas por parte de sus compañeros de la escuela donde asistía, en González Catán, pleno pulmón de La Matanza. Ese maltrato le acomplejaba, inhibía y complicaba sus relaciones sociales; entre ellas el no querer seguir exponiéndose ante los demás chicos ni compartir actividades. Por ejemplo, en los horarios de Educación Física, mientras los demás disfrutaban de correr y jugar al fútbol, Juan se quedaba sentado en un rincón del patio, sin ánimos de participar. Precisamente por esos días, llegó al colegio Andrés Moggio, quien como parte de las prácticas finales para recibirse como Profesor de Educación Física comenzó a dictar clases allí y enseguida notó el aislamiento de ese chico notoriamente más alto que los demás.
Cuando Andrés (quien en la actualidad trabaja como profesor de la tira B del minibásquet en el Club Morón) se interiorizó sobre la realidad que lo acuciaba, y del que mucho no podía hacer por situaciones similares o peores en un punto geográfico donde los colegios están llenos de historias de menosprecio, burlas y sometimiento emocional entre los propios jóvenes, sintió que llevarlo al club Defensores de Catán (donde desde hace algunos años viene desarrollando una interesante actividad social relacionada al básquet, invitando a chicos de la zona con escasos recursos a sumarse y aprender la disciplina deportiva) sería una buena oportunidad para que viera en su altura una razón para aprovechar y no seguir minimizándose ante la crueldad de sus compañeros de colegio.
Fue así que habló con él, posteriormente con su padre, y tras su aprobación comenzó a picar una pelota por primera vez en la vida. Como esas historias donde los planetas se alinean automáticamente, sin saber siquiera como se jugaba un partido profesional, accedió junto a sus nuevos compañeros de básquet al Preolímpico de Mar del Plata, merced a una gestión que el propio Moggio hizo con el Municipio de La Matanza, para que algunos de los chicos sin posibilidad de acceder a una entrada por medios propios pudiesen ver en acción al seleccionado argentino.
Fue así que Juan Cruz pudo comprobar con sus propios ojos el hechizo que esos jugadores ganadores del pasaporte a Londres 2012 ejercían sobre la gente presente en el Polideportivo de Mar del Plata. Desde allí fue motivándose y su presencia en los entrenamientos comenzó a ser más constante, lo que le dio soltura y sobre todo, mayor autoestima. Comprendió que en este deporte, ser alto no era símbolo de burlas, sino valorado por sus compañeros.
La familia Germano (papá Jorge, mamá Noemí, Juan y Bautista, de dos años) vive en el barrio El Cencerro, enclavado a mitad de camino entre Pontevedra y González Catán, a 300 metros del predio donde el jefe de la familia va cada mañana a trabajar como parquero y así traer el sustento cada día al hogar.
Justamente Jorge, al ver la felicidad de su hijo por sentirse útil en el básquet, le armó en su lugar de trabajo un aro para que su hijo, cuando va a darle una mano luego de estudiar y almorzar, pueda practicar y seguir puliendo detalles de sus movimientos y lanzamientos. Y junto a sus ganas, también fue creciendo en centimetraje, por eso su entrenador lo anotó en el Plan Altura que se desarrolló en diciembre pasado en el Cenard, al que llegó con 1,97 y calzando 49.
“La verdad fueron días buenísimos, aprendí mucho, nos dieron ropa, comimos allí y volví a mi casa convencido de que si me enfocaba seriamente en el básquet, iba a tener posibilidades”, cuenta contento tras haber terminado su jornada de inferiores en sub 15 y sub 17 defendiendo los colores de Boca Juniors en el Top 20 un sábado a la tarde en el oeste bonaerense.
Efectivamente, como en un cuento soñado por muchos chicos que se inician en este deporte, Juan Cruz (que el 21 de septiembre cumplirá 15 años) vio que las puertas de las ilusiones se le abrieron espontáneamente y gracias a gente relacionada con los profesores del Xeneixe, pudo acceder a una prueba bajo las órdenes de Juan Pablo Fernández, ahora a cargo de las formativas boquenses ya que Ronaldo Córdoba, quien venía cumpliendo dichas funciones desde hace largo tiempo, es el flamante entrenador de la Primera que afrontará una nueva temporada de Liga Nacional.
Fernández aceptó la sugerencia de ver a ese chico proveniente de un club barrial con nula experiencia en competiciones oficiales, sumado al poco tiempo de práctica en esta actividad, pero sin dudas con una altura imposible de desechar, al menos sin darse la oportunidad de verlo.
“En el primer entrenamiento, obviamente nos dimos cuenta que era una joven al que aún le faltaban muchos recursos técnicos, pero cuando lo vi en una jugada tirarse al suelo como si midiese 1,70, para pelear un rebote, entendí que ese pibe tenía hambre y ganas, por lo que en esa misma semana lo fichamos”, expresa Juan Pablo, explicando además que “por su biotipo y las revisaciones realizadas por el departamento médico, vemos que aún tiene bastante por desarrollarse físicamente. Creemos que trabajándolo, puede ser a futuro un 4-5. Él nos manifestó sus deseos de ser 3, pero consideramos que esa posición le costará mucho porque debería enfrentar a rivales muy rápidos”.
En relación a esa tendencia de tirarse de cabeza a pelear las pelotas, Moggio sostiene que “para Juan, hacer eso en un piso como el de La Bombonerita, o cualquier otro donde compite en el Top 20 es un placer; calculo que lo hace acá (por el club Defensores), donde el piso es de cemento y tiene roturas por todas partes, así que hasta te diría que lo disfruta cuando lo hace”.
Esa semana de entrenamientos, Juan tuvo que afrontarla con un inconveniente: desde su participación en el Plan Altura, pasados 6 meses, había crecido 5 centímetros (2,02), y ahora pasaba a calzar 51, por lo que se apareció a practicar con sus zapatillas rotas.
“Cuando le dijeron allí mismo que le darían las zapatillas de Marcos Delía, lo primero que le dije a Juan Pablo es que le explicara quien es Marcos, ya que al no disponer televisión por cable en su casa, desconocía por completo a las figuras de Liga Nacional, no tenía la mínima idea. Otro pibe con una noticia así se deslumbraría, pero Juan Cruz recién va tomando noción de lo que implica estar en un club tan grande como Boca”, dice Andrés sobre la situación de conseguirle calzados para poder jugar en igualdad con sus compañeros. Una vez explicado quien es Delía, la certeza de que sus zapatillas no le entraban fue el punto a solucionar.
En esa misma semana, tras finalizar su participación en Argentino de Junín y esperando arreglar su vinculación a otro club de Liga Nacional, Julián Aprea estaba entrenando allí. Fue entonces cuando Fernández le habló de Juan y el Gringo, con una loable actitud para destacar, se sacó las zapatillas, se las entregó al coach, diciéndole que si le entraban, se las dejara. Y le entraron perfectas. “Juampi, a quien aprecio y conozco hace mucho se acercó a contarme el problema de este chico, el cual yo y todos los que calzamos mucho alguna vez tuvimos y sabemos lo que se siente. Estaba usando unas grandes como para él, y como estaban prácticamente nuevas me pareció buena idea regalárselas. Después vino el chico muy agradecido por el gesto, lo cual me puso muy contento al saber que las puede aprovechar”, dice Aprea, ya confirmada su presencia en Lanús para esta temporada, quien ante la pregunta sobre si en ese momento pudo decirle algunas palabras, acota: “le dije lo más simple, que le meta pila y se divierta, que es lo más importante en este deporte”.
Sus compañeros de Boca lo aceptaron enseguida como uno más; “me hicieron sentir cómodo desde el primer momento. Facu Vallejos (quien por estos días defiende la casaca de Febamba en el Argentino Sub 19 de Río Tercero) me regaló una remera y medias, cosa que le agradezco mucho”, confiesa Juan y al escucharlo se le nota su alegría por todo lo que está viviendo. Y Boca Juniors, club especialista en reclutar jóvenes apostando al futuro, le brinda una contención ideal para que pueda concentrarse en el básquet.
“La aparición de Boca en su vida le vino bárbaro” admite su formador de González Catán; “él no tiene obra social y ahora posee un departamento médico que lo asiste; venir a jugar con nosotros ya le implicaba un gasto extra y ciertos inconvenientes. Tené en cuenta que para solamente llegar a la ruta debe caminar diez cuadras de tierra y recién allí tomar el colectivo. Imaginate trasladarse hasta La Boca; sin embargo el club le da un viático para que ello no sea un conflicto en su vida diaria y pueda tomarse los colectivos que sean necesarios. Y además una ayuda escolar que sin dudas es un alivio para el padre”.
No es un detalle menor la ayuda escolar: le dijeron al lado de su progenitor que si no posee buenas notas en el colegio, no va a poder jugar, ya que por política del club, sus jugadores formativos deben priorizar los estudios secundarios. Desde ese momento ha redoblado sus esfuerzos por mejorar algunas notas del 3er año del colegio Nº 11 de Catán. No tienen problemas en cobijarlo y asistirlo en lo que necesite“despreocupate que a tu hijo lo calzamos nosotros”, le dijo Juan Pablo a papá Jorge, e incluso en esa idea de conjuntamente formar al deportista y ser humano, ya deslizaron a su familia la posibilidad que a partir de 2015, a instancias del mismo Ronaldo Córdoba, pase a ser uno más de los que ocupan el complejo donde concentran y viven los jugadores llegados del interior.
La situación y contexto en el que vive Juan hizo que su caso fuese tratado como si efectivamente, viniera de lejos. Para este chico, al que hace dos meses está experimentando en carne propia los beneficios de pertenecer a un club gigante, es una posibilidad inmejorable, pero como apenas tiene 14 años, no puede evitar pensar que ello lo alejaría de sus amigos de la infancia, de las noches durmiendo bajo el calor de la contención de su mamá y papá. Por eso sostiene con una llamativa adultez que no es tiempo todavía de tomar decisiones apresuradas y que resta mucho torneo para competir en este 2014, seguir aprendiendo y adquirir experiencia.
“Hasta los 11 años no sabía nada de básquet, solo miraba fútbol (es hincha de Huracán), pero lo aprendí a amar y ahora no puedo dejar de jugar. Andrés me dijo que era hora de concentrarme en pensar jugarlo a niveles más importantes, y la verdad que siento la diferencia, los rivales que me tocan son mucho más exigentes a quienes enfrentaba en Catán, pero estoy seguro que iré mejorando, aprenderé de Juan Pablo, de mis compañeros y podré competir en mejores condiciones. Además me motiva mucho escuchar a mis profesores de Boca cuando me dicen que si me esmero y trabajo seriamente algún día puedo llegar a jugar la Liga Nacional o Europa”.
¿Y cuál es tu sueño en el básquet, Juan Cruz?
Jugarlo siempre con amor y ganas. Y poder algún día ayudar a mi familia del mismo modo en que ellos me ayudan cada día.
Juan Cruz Germano. 14 años. 2,02. Hace poco menos de tres años descubrió un deporte llamado básquet y hoy, como tantos chicos en tantos otros lugares, posee licencia para soñar.
Fuente: Luis Desimone / prensafrbcf@gmail.com